domingo, 17 de junio de 2012

La buena y mala política del Presidente Obama


Por Luis Peralta
El Presidente Barak Obama tiene ante sí un hueso duro de roer en lo concerniente a la lucha descomunal por su re-elección.  No necesariamente porque su oponente republicano sea un candidato formidable, sino porque la presidencia Obama no ha sido capaz de transmitir  un mensaje claro de sus realizaciones, y probablemente ha sobrevalorado sus acreencias políticas al protagonizar ciertos actos presidenciales que le apartan importantes segmentos de votantes.

Presidente Barack Obama
Por Pete Souza
Al asumir la Presidencia en medio de una crisis devastadora, el Presidente empeñó excepcionales esfuerzos en lograr que el Congreso pasara the Affordable Care Act, que los republicanos y grupos conservadores denominan “ObamaCare”.  Aun hoy día, los aciertos y beneficios de la reforma de salud, no son de amplio dominio del público en general; en cambio, sus enrabiados oponentes  han fijado en la memoria de la gente desaciertos que, aun sin explicar, terminan formando una opinión desfavorable de la gestión del Presidente.

De hecho, la determinación inicial de la administración de buscar la reforma del sistema de salud, pareció un acto obseso-compulsivo, más que una necesidad de establecer una política imperiosa; tal vez una demostración excesiva de que su plusvalía política le daba para todo, incluyendo demostrar a su ex contendiente interna—entonces Senadora Hillary Clinton—que Obama sí podía lograr lo que ella no pudo durante la Presidencia Clinton. El Presidente y su grupo de asesores no entendieron temprano, que la campaña electoral había terminado, y que entonces debían proponerse gobernar, identificando y haciendo frente a la urgencia ineludible de la crisis económica.  Por esa razón, la contundencia de su accionar respecto a la crisis financiera, de vivienda y desempleo, no tuvo el alcance que nunca dejó de demandar el economista y columnista Paul Krugman.

Los demócratas perdieron el control del Legislativo en 2010; la administración Obama no entendió que se trataba de una pérdida que traería consecuencias para sí misma; el Presidente y sus aliados han permanecido demasiado tiempo creyendo que su capital político nunca acabaría.  Algo de arrogancia ha bordeado el entorno presidencial.  Pero la realidad los alumbra de manera despiadada; ojalá no vuelvan a apartarse de la luz.

Ya en los inicios de la campaña presidencial 2012, el Presidente mostró un liderazgo poco incisivo y poco comprensible; al anunciar su apoyo al matrimonio homosexual, el Presidente Obama se propuso afirmar un bastión de votantes que de ninguna manera va a sufragar y aprobar la intención de devastación económica que los republicanos radicales están imponiéndole a su candidato presidencial. Si el propósito de los consejeros del Presidente y de sí mismo, era asegurar esos votos, exageraron.  El apoyo al matrimonio gay, no constituye una política real y práctica, sino, únicamente un anuncio político intencionadamente electoral.

No menos desacertada, la insistencia de la administración Obama en imponer la nueva política sobre anticonceptivos a instituciones hospitalarias religiosas, especialmente católicas, avaló y fortaleció la furia del clero y de los cristianos evangélicos más conservadores.  No se trataba de creer que en modo alguno, la re-elección obtuviera el favor electoral de éstos, sino de prever que tuvieran un motivo que diera consistencia a una oposición abierta. 

El esfuerzo dogmático organizado, afectará el comportamiento de votantes que pudieron sufragar motivados más por la propuesta económica de (Mitt) Romney.

Ahora, su concesión en materia migratoria, favoreciendo de soslayo a miles de jóvenes indocumentados, que podrán beneficiarse con permisos laborales renovables, mejora la imagen del Presidente con miras a las elecciones de Noviembre, aunque sus niveles de preferencia entre los electores latinoamericanos, son altos. Con esta decisión, el Presidente Obama trató de enmendar uno de los errores cometidos en el transcurso de los dos primeros años de su presidencia, en momentos en que los demócratas dominaban el Congreso.  La administración olvidó todo lo que no estuviera relacionado a su empeño de reforma del sistema de salud; el tema migratorio, incluyendo la propuesta denominada “Dream Act”, no tuvieron la acogida necesaria entre los asesores presidenciales, y el Presidente les hizo caso.

La decisión que conocimos a través de la Secretaria de la Seguridad Nacional, Janet Napolitano, no es mala, pero es una migaja que mantiene postrada la aspiración suprema de miles de jóvenes, de alcanzar una educación universitaria.  Y aunque no lo parezca, podría retrasar una decisión favorable definitiva.





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